La Diócesis de Orihuela desde el primer Sínodo a nuestros días (1569-2002) 

 

A continuación vamos a describir brevemente la historia de la diócesis de Orihuela-Alicante, desde el primer sínodo celebrado por D. Gregorio Ga hasta nuestros días. Recogemos aquellos que han influido de forma importante en el obispado de Orihuela-Alicante, y que son imprescindibles para tener un conocimiento básico del mismo. Hemos querido fijarnos, sin embargo, primero en los acontecimientos y no en los prelados, porque ellos agotan por sí mismos únicamente la rica herencia que hemos recibido de nuestra Iglesia, aunque sí son protagonistas de excepción en la época narrada. Además, nos hemos propuesto escoger aquellos hechos que muestran con especial relieve las distintas y variadas dimensiones en las Iglesia diocesana ha intervenido. 

Destacamos los siguientes acontecimientos como los más señalados: El primer sínodo diocesano, realizado por el que fue primer obispo de la diócesis en el año 1569, D. Gregorio Antonio Gallo Andrade; la fundación del convento de Santo Domingo de Orihuela, por obra del obispo D. Fernando de Lo el año 1547 y su desarrollo posterior en universidad (1569) y colegio (1872); el segundo sínodo diocesano, celebrado en el año 1600 por el obispo Esteve Juan, quien introdujo también la imprenta en Orihuela; el tercer sínodo, celebrado por Fray Acacio March de Velasco en el año 1663; la fu del seminario diocesano en el año 1742 y las casas de la misericordia de Orihuela, fundada en el año 1741, y la de Alicante, en el año 1742 por D Elías Gómez de Terán; creación de la biblioteca del seminario por D. José Tormo; los Ejercicios Espirituales publicados por D. Félix Herrero Valver año 1833 y su actuación a favor de los pueblos damnificados por los terremotos de 1829; la creación del Boletín Oficial del Obispado por D. Vict Guisasola en el año 1882; la actividad social del obispo D. Juan Maura y Gelabert; la organización de la diócesis, tras la guerra civil española por García Goldáraz y D. Pablo Barrachina, a quien le tocó también poner en práctica la nueva denominación de la diócesis y aplicar en ella el concilio Vaticano II. 

 

El segundo sínodo diocesano (1600) 

El segundo sínodo de la nueva diócesis lo celebró el valenciano D. José Esteve Juan, en el año 1600 . El Concilio de Trento pedía la convocatoria de sínodos diocesanos anuales, con el fin de arreglar las costumbres, corregir los excesos, ajustar las controversias. La finalidad que se propone en este sínodo es la misma que manifiesta el concilio de Trento, y se considera heredero del concilio provincial valentino de 1566 y del primer sínodo oriolano . sínodo recoge el tema sobre la evangelización de los moriscos en varios capítulos, especialmente el capítulo cuarto, dedicado enteramente a ell importancia del texto recogemos un párrafo del mismo: 

Así pues, Nos, pusimos empeño en extender en esta diócesis el Evangelio de Dios, y con el riego frecuente de la palabra, sembrar la virtud de Dios y la doctrina en los corazones de los moriscos, sin embargo nada conseguimos por nos o en cierta manera por nos: sino que fue él, que llama a las cosas que no son y concedió todas las cosas en su tiempo, quien logró el incremento de la virtud. Todo esto se hizo con amor, pa que con gran profusión de lágrimas, con palabras, escritos, todos los moriscos de nuestra diócesis pasen a ser nuevos cristianos, hayan sido arrancados de sus vestiduras bárbaras, y derribados lo que recibieron naturalmente como ornato extraño por los antepasados, y sus muchos pecados, y los impíos errores mahometanos, en una y otra parte de la vida pública.

El obispo Esteve manifiesta una especial preocupación por la evangelización de los musulmanes, que eran abundantes en la diócesis, y él mismo, como narra el texto del sínodo, nos indica su actuación personal en esta tarea, para que sirva de modelo a los párrocos de los moriscos. Por las visitas “ad Limina” de 1595 y, sobre todo, de 1601, sabemos que su interés por la conversión y formación cristiana de los moriscos fue grande. El tema aparece también en su obra escrita titulada: De única religióne. Un acontecimiento importante también de este obispo, fue la introducción de la imprenta en la Diócesis. La situó en su palacio episcopal y el primer libro editado fue el segundo sínodo diocesano, en el año 1602. El editor que se trajo fue Diego de la Torre. Además del sínodo, el obispo publicó dos obras suyas: De bello Sacro y De única religióne. 

 

El tercer sínodo diocesano (1663) 

El tercer sínodo diocesano lo celebró el obispo Fray Acacio March de Velasco, dominico valenciano, el 29 de abril de 1663. Los objetivos del sínodo siguen siendo la reforma de costumbres de los eclesiásticos y de los demás feligreses, pero la importancia de este sínodo radica en que se edita en romance. La razones las da el mismo prelado en el prólogo: 

Danse a la estampa en romance, porque a más, que este ya es el estilo de las más Iglesias de España, no es bien que queden defraudados de su inteligencia los seculares, a quienes toca gran parte de su observancia.

 

 

A pesar de las normas del concilio de Trento, en la diócesis sólo se celebraron tres sínodos, como ya hemos indicado anteriormente. La importancia de estos radica, además de su efectividad pastoral, en que siempre les precede un estudio en profundidad de la situación de la diócesis, que después queda plasmado en los decretos sinodales. De esta manera, los sínodos son fuentes de primer orden para el conocimiento de la época, si tenemos en cu 

que en este momento el ámbito del poder eclesiástico no se reducía sólo a lo meramente religioso y eclesial. Los años que abarcan los sínodos, constituyen un tiempo en el que la fe cristiana lo vertebra todo. Se piensa que todo poder humano viene directamente de Dios y, aunque el poder político y eclesial viven momentos concretos de tensión, básicamente había un entendimiento común entre la Iglesia y el poder político. Esto se especialmente en que no quedaban muy delimitadas las distintas parcelas de poder, y los sínodos legislaban en cosas que hoy nos resulta extraño situación histórica potencia el valor de los sínodos como fuente religiosa y a la vez, política, económica y social del pueblo, de una forma cercana concreta y directa. 

La fundación del Seminario Diocesano (1742) 

Desde la celebración del último sínodo diocesano, uno de los acontecimientos más importantes que suceden en la historia de la diócesis, es la fundación del seminario diocesano. La razón de la importancia de este hecho, es la repercusión que va a tener la formación de los futuros sacerdotes en la la diócesis hasta la época moderna. Ya he indicado el alcance que lo religioso y eclesial tiene en la sociedad hasta prácticamente la época contemporánea. El clérigo, y más el sacerdote de parroquia, es el nexo de unión entre el pueblo y lo religioso y eclesial. El seminario, a pesar de l fluctuaciones de su sistema formativo, va a conseguir unir en la persona de los sacerdotes una suficiente cultura, junto a una calidad y uniformidad formación integral, que tendrá sus repercusiones positivas en el ejercicio de su ministerio, que como he indicado, no se reduce únicamente a lo estrictamente religioso. Es evidente que la formación en el seminario dependía directamente del obispo, y éste se garantizaba una estrecha relación los futuros sacerdotes con él. Las dificultades que muchos obispos tuvieron en la fundación de los seminarios, tienen que ver también con este de además de otras causas bien estudiadas, como fueron las económicas. 

El concilio de Trento manda la fundación de seminarios para clérigos , pero el cumplimiento de esta norma se alargará en muchas diócesis. La primera vez que se habla oficialmente en la diócesis de Orihuela sobre la fundación de un seminario es en el primer sínodo diocesano. En el capítulo 59 textualmente: 

Establecemos, decidimos y declaramos que, aprobado el sínodo, se ha de erigir y abrir en esta ciudad, seminario de clérigos, según decreto d sínodo ecuménico tridentino {...} Que la disposición divina del concilio se lleve cuanto antes a fin y término, será cuidado por nos celosamente.

Ya no se habla de este asunto en los dos sínodos restantes. Su fundación se realizará dos siglos más tarde, por obra de D. Juan Elías Gómez de Terán, obispo madrileño, que ejerce su pontificado en Orihuela desde 1738 hasta 1758. Fue uno de los obispos más importantes del episcopado diocesano por varios motivos: además de la fundación del Seminario, erigió las casas de Misericordia de Orihuela y de Alicante, y proyectó una nueva catedral, m grande y suntuosa, cuyos planos se conservan en el archivo de la catedral en buen estado. 

 

El obispo Gómez de Terán ha pasado a la historia de la Diócesis, sobre todo por la fundación del senario en el año 1742. Primero creó, en el cerro de San Miguel, el seminario para sacerdotes operarios. Esto fue año 1740, y dos años más tarde, junto a él, fundó el seminario para jóvenes de carrera eclesiástica, dirigido por dichos sacerdotes operarios. Ambos seminarios se unificaron en el año 1744 por bula de Benedict 1743 y la provisión de Felipe V del mismo año. La nueva institución pasó a llamarse “Seminario Conciliar Purísima Concepción y Príncipe San Miguel”. D. Juan Elías Gómez de Terán publicó una carta pastoral da conocer la nueva fundación y le da unas constituciones largas, ricas en contenido, que fueron modélicas su momento y ejemplo para otros seminarios de España, cuyo título era el siguiente: “Descripción, Constituciones y Ordenanzas para el régimen y gobierno del Colegio de dos Seminarios, fundados en Ciudad de Orihuela por el Ilmo. Sr. D. Juan Elías Gómez de Terán, del Consejo de S. M. y Obispo de dicho y Obispado {…}” . La importancia de dicha obra radica en ser un avance pedagógico en la época, pues proponía una formación distinta en la que se tenía en cuenta una buena educación intelectual, huma religiosa, pastoral y en los valores comunitarios. Desde este momento, su fundador ordena que nadie ordenar en la diócesis sin haber estado antes durante un mínimo de seis meses en el seminario. Desde el punto de vista artístico, el edificio es austero y funcional, pero su portada doble barroca es d belleza. Posee diversos símbolos en alto relieve, ideados por su fundador: destaca sobre todo el “Cora Jesús”, debajo de él se encuentran las estatuas de los titulares del seminario, la Purísima Concepción y Miguel luchando contra el dragón. Más abajo se encuentran atributos heráldicos y el escudo de armas obispo. La capilla es también de estilo barroco. Una de las riquezas más importantes del Seminario es su biblioteca de fondo antiguo, situada en los del edificio. El lugar es abovedado, alternando la piedra y el ladrillo macizo. La forman más de seis mi volúmenes que pertenecen a los siglos XV al XIX, con ejemplares muy valiosos y únicos. Es evidente que D. Juan Elías Gómez de Terán concedió a la institución, junto a las constituciones y unas buenas rentas, una excelente biblioteca, pero el creador de la rica biblioteca actual fue el obispo D. Tormo, obispo de Orihuela desde el año 1767 al 1790. Este fue un obispo ilustrado, considerado como el más atrayente de la diócesis en la época moderna. Su pontificado se desarrolla casi todo él en la época de Carlos III, el monarca que renovó e impulsó la formación intelectual en los sem españoles, ya que deseaba elevar el nivel cultural de los clérigos. La rica biblioteca recoge una gran variedad de materias, sobre todo de teología, derecho canónico y filosofía, que actualmente están catalogadas y al servicio de investigadores. 

Los “Ejercicios espirituales” de Félix Herrero Valverde 

Ya en el siglo XIX, destaca especialmente la persona y la obra del obispo D. Félix Herrero Valverde, cuyo episcopado se extiende durante gran parte de este siglo: desde 1824 hasta 1858. Fue un prelado muy activo, comprometido fuertemente con los acontecimientos sociales y políticos del momento e implicado firmemente en la defensa de los derechos de la Iglesia . Esta actitud le llevó a vivir con dramatismo en su propia persona la crisis que la Iglesia española sufrió en los difíciles y complejos cambios a la modernidad. En el año 1820, el obispo Herrero es canónigo doctoral y es elegido gobernador del obispado, debido al extrañamiento del obispo de la diócesis D. Simón López, expatriado del reino por su enfrentamiento al gobierno liberal. La diócesis pasa un momento de división eclesial, por la contestación que un grupo del cabildo, de tendencia liberal, hace a esta elección año 1824, tras el trienio liberal, es elegido obispo de Orihuela. En el año 1833 comienza la rebelión carlista contra Isabel II y D. Félix Herrero toma partido abiertamente por el carlismo. Comienza su enfrentamiento con el gobierno liberal y en el año 1835 es expulsado del reino. Volvió a su destino desde Italia, donde se encontraba, en el año 1847, tras jurar obediencia a la Reina Isabel II y sometimiento a la constitución española. Todo esto se vivió con gran tensión en la Diócesis, hasta tal punto que algunos historiadores han hablado de cisma, cosa en la que no estamos de acuerdo por varias razones que no es el lugar apropiado para exponer. 

Fue un obispo que sobresalió por su labor organizativa y edificadora, por el fomento de la formación religiosa, su compromiso social y el trabajo en la actividad educativa. Podemos subrayar, sin embargo, dos hechos históricos protagonizados por el obispo Herrero Valverde, que nos indican la importancia de este prelado y que confirman las cualidades que acabamos de exponer de él: le edición de sus Ejercicios Espirituales y su trabajo frente de la reconstrucción de los pueblos destrozados por los terremotos de 1829. 

Ante la crisis general que vive España, D. Félix Herrero es consciente de su repercusión en la fe del pueblo, de la que él es responsable. Para afrontar esta crisis escribe una carta pastoral en forma de Ejercicios Espirituales. Su título es el siguiente: Carta pastoral del ilustrísimo señor don Félix Herrer Valverde, obispo de Orihuela…dispuesta en forma de ejercicios espirituales para cuarenta días de la cuaresma con el fin de facilitar la instrucción doctrina y máximas cristianas a sus diocesanos. Particularmente a los labradores, artesanos, jornalero

s y otras personas de ocupación corporal diaria. Estos ejercicios tuvieron una repercusión tan grande en la diócesis, que se ha ido utilizando en las parroquias y en las casas particulares de forma genérica, prácticamente hasta antes de la última guerra civil. Fue publicada por San Antonio María Claret y Clará en su Librería Religiosa, y de esa manera la dio a conocer nacional e internacionalmente. 

Otro acontecimiento que mostró la categoría personal de este prelado, fue su implicación en la reconstrucción de los pueblos destrozados por los terremotos de 1829. La actividad social del obispo Valverde ya se había puesto de manifiesto, entre otras cosas, con la fundación del monasterio religiosas de San Francisco de Sales en el año 1825, dedicado a la instrucción y formación de niñas , y la creación de un establecimiento benéfico de los pobres y de los que no tenían trabajo. En una carta enviada al cabildo les indica lo siguiente: 

Tenemos manifestado el plan que nos proponemos dirigido a hacer nuestra parte lo posible para evitar la ociosidad, y proporcionar trabajo y subsistencia a tantos mendigos y necesitados que la buscan mendigando de puerta en puerta, nos ha parecido conducente dirigirnos a CV.S.Y. como corporación por si les es posible, bien sea como tal, o bien en particular contribuir a este laudable proyecto . En los terremotos de 1829, el obispo se encargó directamente del traslado de enfermos, se personó en los lugares siniestrados, contribuyó con su economía personal en la ayuda los afectados y se le puso al frente de la reconstrucción de los pueblos destruidos. Por su importancia, se va a exponer la relación que hace el mismo obispo al Rey de su actuación ante el siniestro de los terremotos: 

Conocí también que nadie tenía la obligación que yo de socorrerlos y consolarlos. El lunes 23, acompañado de dos eclesiásticos, mis familia me puse en camino y me dirigí primero a Almoradí {...} Pregunté si había y dónde estaban los heridos {...} No había cirujano, ni botica, ni aún tampoco con qué curar los heridos. Los hice buscar y llevarlos a determinado sitio, y pudieron reunirse hasta 31, fracturadas las piernas y brazos y algunos en peor estado. Oficié a las autoridades de esta ciudad y otros pueblos, haciéndoles responsables ante Dios y V.M. para que me enviasen hombres, pan y otros víveres, y lo ejecutaron inmediatamente {...} a todos pagué su jornal. Dejé encargado remitiesen los demás que hubiese con igual cuidado a mi costa. También una nómina de todos los niños huérfanos por efecto de esta catástrofe. Advertí así mismo no faltase lo preciso a los necesitados, acudiendo a mí por todo.

Su labor en esta responsabilidad, junto al ingeniero urbanístico Agustín de Larramendi, fue extraordinaria, y aún hoy se pueden ver los efectos de buen trabajo urbanístico en pueblos como Torrevieja, Guardamar, Almoradí y Benejúzar. 

La creación del Boletín Oficial del Obispado (1882) 

Un hecho que se debe mencionar en la historia de nuestra diócesis es la creación del Boletín Oficial del Obispado, fuente de información primordial para su conocimiento histórico. Su publicación se inició por iniciativa del obispo D. Victoriano Guisasola Rodríguez, a los pocos días de su entrada en Orihuela en el año 1882. Fue su obispo desde 1882 hasta 1886, año en que se le destina para arzobispo de Santiago de Compostela. 

La actividad social del obispo D. Juan Maura y Gelabert 

El estudio de las iniciativas de orden social que se han realizado en la provincia, nos dará siempre el nombre de D.

Juan Antonio Maura y Gelabert, obispo de Orihuela entre los años 1886-1910, como uno de los personajes más destacados. Su nombre está unido a la Sociedad de Socorros y Sufragios Mutuos de la Diócesis, fundada en el año 1897, y a la Caja de Ahorros y Socorros y Monte de Piedad de Nuestra Señora de Monserrate, fundada en Orihuela por los padres jesuitas Bartolomé Arbona y Juan Bautista Juan en el año 1906. Esta importante institución benéfica nació como alternativa a la usura financiera, y desde su comienzo emprendió destacadas instituciones de caridad, a las que dedicaba el cincuenta por ciento de sus beneficios. 

La organización de la diócesis, tras la guerra civil española 

Durante la guerra civil española (1936-1939) la diócesis de Orihuela vive momentos amargos, al igual que todas las diócesis españolas. Son asesinados cincuenta y cuatro sacerdotes. Este dato por sí mismo nos indica la tragedia que vivió la Iglesia diocesana. Cuando se inicie la organización diocesana después de la guerra, uno de los problemas más importantes va a ser la falta de clero para atender la diócesis en general. El encargado de reorganizar la diócesis después de la guerra civil, fue fundamentalmente D. José García Goldáraz, obispo de Orihuela durante los años 1945-1953. Objetivo fundamental de tu trabajo pastoral fue recuperar el seminario, pues comprendió que la reorganización de la Iglesia diocesana, necesitaba de la abundancia de vocaciones: reformó el edificio y promocionó las vocaciones sacerdotales. 

A partir de los años cincuenta, en la diócesis podemos destacar entre otros muchos hechos los siguientes: la nueva denominación de la diócesis, pasa a llamarse de Orihuela-Alicante, el sínodo de 1967 y la aplicación de las reformas del concilio Vaticano II. El prelado que los llevó a cabo fue Pablo Barrachina y Esteban, obispo de Orihuela y después de Orihuela-Alicante durante los años 1954-1989. La nueva denominación de la diócesis se produce por bula del papa Juan XXIII, el día nueve de marzo de 1959, y la Santa Iglesia Colegial de San Nicolás de Alicante, es transformada en concatedral. Este acontecimiento diocesano produjo que la curia y el obispo diocesano se establecieran definitivamente en Alicante en enero de al año siguiente se trasladará también a dicha ciudad parte del seminario mayor. 

Actualmente, la diócesis sigue viva, llena de acontecimientos y proyectos, en la difícil tarea de responder desde el Evangelio de Jesucristo a las personas de un mundo en profundo cambio, en sintonía con el espíritu renovador del Concilio Vaticano II. 

 

José Antonio Martínez García