PLEGARIA DE CONSAGRACIÓN

DE LA DIÓCESIS DE ORIHUELA-ALICANTE

AL INMACULADO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 

 

¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón,

verdadero Dios y verdadero hombre,

Hijo único del Padre Eterno

y de María, siempre Virgen!

 

Te adoramos profundamente

en el seno y en la gloria del Padre, en la eternidad,

y en el seno virginal de María, tu Madre, en el tiempo.

 

Te damos incesantemente gracias,

por traernos el anuncio del Evangelio,

al venir al mundo, enviado del Padre,

como misionero de los pobres.

Tú, que por nosotros,

te anonadaste, tomando la forma de esclavo,

y, siendo rico, te hiciste pobre

para enriquecernos con tu riqueza.

 

Aquí estamos ante ti, oh buen Jesús,

deseando, junto con toda la Iglesia,

unirnos a tu consagración al Padre, por amor nuestro,

cuando oraste pidiéndole “por ellos me consagro a mí mismo,

para que ellos también sean consagrados en la Verdad”.

 

Queremos unirnos a este amor de tu Corazón filial,

conscientes de no haber permanecido siempre en él,

cuando no hemos cumplido las solemnes promesas del bautismo,

no mereciendo así llamarnos hijos del Padre.

 

Hemos herido con nuestro pecado el corazón del Padre,

al no reconocer como hermanos a nuestros prójimos;

hemos preferido ignorar a Dios

al convivir con nuestras falsedades y vanidades;

hemos confundido la conciencia del bien y del mal

al amenazar la vida y alterar el amor,

por la avidez de nuestros egoísmos e indiferencias a todos y a todo.

 

En la indigencia de nuestro pecado,

en nuestros cansancios y fragilidades,

acudimos arrepentidos a Ti, oh Jesús, nuestro Salvador,

que, desde la cima de la cruz,

nos entregaste a tu Madre como nuestra,

dándonos en su Corazón inmaculado

un camino seguro par llegar a Ti.

Desde aquella hora, María es confidente nuestra ante ti,

conduciéndonos con ternura

en las vicisitudes más adversas,

y, como hizo en Caná, nos guía a Ti,

para cumplir todas y cada una de tus palabras.

 

¡Bajo tu amparo no acogemos, oh Santa Madre de Dios!

Bajo ti, María, asociada a tu Hijo, Jesucristo.

 

¡Bendita seas por encima de todas las criaturas,

tú, la Sierva del Señor,

que obedeciste plenamente a la llamada divina!

Te saludamos a ti, Bendita entre las mujeres,

a ti, que estás completamente unida

a la consagración redentora de tu Hijo.

 

Llamamos ahora a la puerta de tu Corazón,

nosotros, tus hijos queridos

que no te cansas jamás de visitar, consolar y llamar a la conversión.

A tu Inmaculado Corazón nos ofrecemos en esta hora

para que nos ayudes a vivir en la verdad

la consagración de Cristo al Padre para salvar a la humanidad,

alcanzándonos así, por medio de tu maternal socorro,

el perdón de nuestros pecados

y la gracia que deseamos recibir para nuestra Iglesia Diocesana.

 

¡Oh, Corazón Inmaculado!

que derrotas las amenazas del mal,

ayúdanos a vencer todas las seducciones del Maligno,

y por el “Sí” de tu Corazón,

por el que abriste las puertas de la historia

a la Palabra eterna de Dios,

haz que resuene en nuestras almas

su llamada a ser discípulos de tu Hijo,

impregnados de su unción mesiánica.

 

¡Madre de la Iglesia!

Ilumina al Pueblo de Dios que camina en esta tierra.

Estamos aquí, ante ti,

para confiar a tus cuidados maternos

a nosotros mismos y a nuestra iglesia particular,

que peregrina en Orihuela-Alicante.

 

A ti, que llegó la alegría del anuncio divino,

reviste de santidad misionera nuestros pasos,

para que nos acerquen a todos aquellos

que les falta la alegría del Evangelio.

 

Consolida los lazos de unidad,

entre los fieles y el Pastor de nuestra diócesis,

para que este pueblo brille,

en este mundo dividido por las discordias,

como signo profético de unidad y de paz.

 

Te pedimos por los sacerdotes, ministros de tu Hijo,

renueva en ellos el Espíritu de santidad

que recibieron el día de su consagración,

y hazlos testigos valientes y humildes del Evangelio.

Te pedimos por todos los consagrados en la Iglesia,

para que estimulen a todos a vivir

la santidad ordinaria que nos confirió el bautismo.

Te pedimos por todos los fieles laicos,

a quienes se les encomienda

la consagración del mundo en sus tareas,

para que perseveren unidos a tu Hijo,

como sarmientos fecundos a la vid verdadera.

 

Te encomendamos a todos los hombres,

especialmente los más débiles y vulnerables:

a los niños que aún no han visto la luz

y a los que sufren en medio de la pobreza o la adversidad;

a los jóvenes en busca de sentido,

a los que crecen, madurando una decisión vocacional,

a las personas que no tienen trabajo

y a las que padecen enfermedad o exclusión.

A los que buscan vivienda,

y condiciones favorables para desarrollar su vida.

Te encomendamos a todas las familias,

particularmente a aquellas desunidas y destruidas,

a los ancianos que carecen de asistencia

y a cuantos están solos o sin esperanza.

 

Acoge, oh Madre, nuestra súplica:

Tú, aurora de la salvación,

haz que las tinieblas no prevalezcan sobre la luz;

Tú, arca de la nueva alianza,

inspira caminos nuevos de reconciliación;

Tú, estrella del mar,

guía a todos los hombres a Cristo, puerto de salvación.

 

Por esto, María, reunidos contigo

como la primera comunidad cristiana,

queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia, como al pie de la cruz, lo hizo el apóstol en su casa.

A ti pues, Mujer del sí,

sobre la que descendió el Espíritu,

te consagramos el futuro de nuestra Diócesis;

para que, unidos a ti, recorra en adelante

caminos de comunión y de misión,

como un renovado Pentecostés.

 

Que se revele una vez más

que tu Hijo te confió a nosotros como Madre,

y que el poder de la consagración a tu Inmaculado Corazón,

nos devuelva siempre la luz de la esperanza

que brota del Evangelio.

 

AMEN.