A lo largo del curso 2022-2023 fuimos testigos de un ejercicio de verdadera sinodalidad en el seno de nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante, en el que muchos de nosotros pudimos participar, de una u otra forma, en la elaboración del Plan Diocesano de Evangelización. Os puedo asegurar que, para mí, como obispo de la Diócesis, fue muy gozoso constatar la ilusión y el deseo tan grande de renovación que percibí en vosotros. Sin duda, ha sido un momento de gracia que nos permite dar un impulso importante a la acción evangelizadora; pero que, ahora, tenemos que canalizar de forma ordenada.

En efecto, el Plan Diocesano de Evangelización ha sido aprobado para un sexenio (2023-2029); el cual, a su vez, está dividido en tres bienios, el primero de los cuales comenzamos a implementar ahora, centrándonos en el Primer Anuncio y en la Acogida.

En estas palabras de introducción quiero poner el acento en la importancia de cuidarnos a nosotros mismos, para así poder realizar un anuncio convincente y atrayente del mensaje evangélico, acompañado de una acogida familiar a cuantos la providencia ponga en el camino de nuestras vidas.

Es verdad que es importante reflexionar sobre la necesidad de realizar el Primer Anuncio, acompañado de la necesaria Acogida. Es cierto también que es importante profundizar sobre los diversos métodos que puedan resultar más eficaces… Pero no olvidemos que todos los planes pastorales pasan por las personas que estamos llamados a encarnarlos o implementarlos. Lo determinante, lo que marca la diferencia, es nuestro estado interior. Por poner un ejemplo, si estamos quemados o decepcionados, eso condicionará en gran medida el propósito pastoral que nos disponemos a abordar. Por el contrario, si vivimos la paz y la alegría que da el Espíritu Santo, entonces no me cabe la menor duda de que podremos ser instrumentos eficaces de una nueva evangelización.

Por este motivo, os animo a todos a que iniciemos este camino con una viva conciencia de la presencia de Jesús resucitado en nuestras vidas. Recordemos cómo cambió el horizonte de los discípulos de Emaús, en el momento en que reconocieron a Jesús al partir el pan. ¡Ese fue el inicio de su acción evangelizadora! Sin olvidar que el encuentro “eucarístico” había sido preparado por la acogida de la Palabra: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).

Nuestra mayor aportación a este nuevo momento que vivimos en la Diócesis es unir nuestro compromiso personal de conversión al proyecto de conversión pastoral que estamos impulsando. No es posible la conversión pastoral si no nace de la conversión personal; como tampoco está culminada nuestra conversión personal hasta que no se traduce en una conversión pastoral. Nuestro compromiso es el de ser buenos discípulos para poder ser buenos apóstoles. La condición de oveja y de pastor están plenamente integradas en la vocación cristiana.

Soy consciente de que este material que estoy prologando es bastante amplio, lo cual podría generar una cierta pereza para adentrarnos en él. Pero creo, sinceramente, que merece la pena que hagamos un esfuerzo por acogerlo con detenimiento. A lo largo de sus páginas encontrarás principalmente tres partes:

1.- Una reflexión desde la teología pastoral sobre lo que son el Primer Anuncio y la Acogida.

2.- Unas herramientas para la evaluación de la situación concreta de la que partimos, así como unas indicaciones prácticas sobre cómo poner en marcha los objetivos que perseguimos.

3.- Unas propuestas concretas de lectio divina, para que podamos convertir en oración nuestro propósito evangelizador, bien sea de forma personal o comunitaria.

La palabra que me brota en este momento es la siguiente: “Aquí nos tienes, Señor”. Con esta afirmación expresamos nuestra conciencia de que la iniciativa de este camino que emprendemos es solamente SUYA. El Señor ama entrañablemente a su Iglesia y nos pide que nos asociemos a Él en su obra por la salvación del mundo. ¿Cabe un honor mayor? Como dice la plegaria eucarística: “Te damos gracias, Señor, porque nos haces dignos de servirte en tu presencia”.

Aquí nos tienes, Señor; nos ponemos en tus manos conscientes de nuestra pobreza, al mismo tiempo que nos ofrecemos para que seas Tú quien lleve a cabo este Plan Diocesano de Evangelización, sirviéndote de nosotros.